MI mano con jabón, en la cocina. Ahora que concluye la jornada no hay nada en la memoria salvo el agua de un grifo (su música diciéndome: “Hiciste bien las cosas mudándote a los platos”). Ni rastro del aplauso después del recital o aquella traducción que me han propuesto de un autor que bueno, diré que me apasiona. De aquello que nos pasa recuerda el corazón lo menos agendado. El agua que he caído para que tú descanses.
"¿Qué ocurre, cuando Dios nos envía a la tierra su Palabra eterna en la forma de un Niño? Entonces lo primero que importa es entender lo que quiere decirnos con su Epifanía.
Sin duda, expresa, como siempre con su palabra, algo sobre sí mismo. Es todo lo que este niño es y será, joven, hombre, el maestro y taumaturgo, el que calla ante el juez, el azotado, injuriado, reprobado, el que grita en la cruz en el abandono de Dios, el sepultado, el que resucita entre los muertos y vive de nuevo y eternamente, en todo esto es Epifanía, en la que Dios se manifiesta a sí mismo.
Por tanto, si Dios es este Niño pequeño, entonces con esto está diciendo: a pesar de toda mi omnipotencia, que la soy y la tengo verdaderamente, soy al mismo tiempo tan pobre, humilde y lleno de confianza como este niño, incluso no sólo “como”: soy realmente este Niño".