Gotea tinta de las comisuras de mi boca.
Mark Strand
La magdalena de Marcel Proust, las uvas
del pícaro de Tormes, los banquetes
de Gargantúa, las lentejas del viernes
de Quijote, el pastel
de riñones que Bloom llama menú
digno de un príncipe, el café
y las naranjas en la mañana al sol
de Stevens, los arándanos de Frost,
las dietas excesivas que Mann hace ingerir
a Hans Castorp, la redonda
noche de Miguel y su sol en sigilo.
Los días como letras de una sopa
en ese célebre poema de Howard Nemerov,
la vida a cucharillas de T. S. Elliot,
las palabras que caben en un plato
y que alguien, en algún lugar, se traga.
Andrés Catalán & Ben Clark
Mantener la cadena de frío
Cuando la comida se convierte en poesía ...
Muy original y es que la poesía ronda por cualquier lugar.Besicos
ResponderEliminarSí, es la vida, se encuentra en cualquier lugar.
ResponderEliminarUn beso, querida Charo.
Los últimos versos del poema me han recordado mi niñez; recuerdo que cuando nos ponían sopa de letras, intentaba buscar palabras... ja, ja, ja.
ResponderEliminarEn cuanto al vído, como juego, muy bien.
Feliz lunes
Sí, pues lo mismo me pasaba a mí y, a veces, me daba pena comer algunas letras ...
ResponderEliminarEl vídeo me gustó por la delicadeza al elaborar el precocinado, me parece poético.
Detallista y minucioso.
Un beso, Maite, y feliz fin de semana.