Muerdo el melocotón. Su oro chorrea
por los dientes y fluye en la garganta.
Fresca pulpa que lame el sol y canta,
iluminando cuanto me rodea.
Boca feliz que siente y deletrea
el néctar añorado y se atiranta
en la sed de una lengua que levanta
la tersa plenitud de su marea.
Ahora bebo este zumo desleído
en su cauce de aroma y de caricia.
Es el sensual instante en que mi mano
abre otra vez el fruto sostenido,
para sorber su carne en la delicia
de esta hora radiante de verano.
Justo Jorge Padrón